Acortando distancias

Transcurrían las vacaciones de verano cuando Joaquín fue a visitar  los abuelos. Todo era silencio. Podía  escuchar a los árboles danzar. El sol saludaba muy temprano. No había ruido incesante de autos como la ciudad de donde él venía.

Su abuelo, camionero desde muy joven, vivía en una casa alta y grande, con habitaciones mono ambiente. En el living tenía una biblioteca con grandes colecciones de libros de todo tema y época, un escritorio en el cual ordenaba los papeles y un juego de sillones importados  comprado en la primera mueblería del pueblo.

La esquina donde había  un reproductor de discos de pasta, hoy estaba un televisor y en la otra punta del comedor, una radio pequeña que sintonizaba onda media y corta en determinados lugares durante el día.

Mientras su abuelo cebaba mates, Joaquín parecía un reportero histórico, en vivo y en directo, de esos que poco preguntan y escuchan. Con  atención cada palabra dicha por el anciano transmitía una melodía de emociones y sensaciones. Postales del tiempo dibujadas por la voz. Labios transformados en plumines con tinta china trazando letra por letra. Manos que parecían brújulas explicando los destinos hacia donde transportó cereales.

—Eran largos los viajes ,querido nieto, en caminos de tierra donde se hundían los camiones, de aquel entonces, cuando había llovido bastante. Nada de dispositivos electrónicos sino el mapa dibujado en la memoria. Una lluvia de mosquitos inundaba los hospedajes donde pasábamos la noche. Nada era tan ágil como ahora y cuando me despedía de tu abuela y tu papá era con un “hasta pronto”, que podía durar días o semanas.

“Por eso adoro la radio, mientras viajaba fue mi compañera, sintonizó diferentes lugares del país y del extranjero con la  onda corta y  media.   Parecía buscadora de  amigos, contando historias, algo como lo que hoy permite Internet.

“Tu papá va y vuelve en el día,  la tecnología permitió un  mayor control, mejor comunicación y más tranquilidad para quienes pasamos nuestra vida en las rutas. Ya  no necesita un lugar ajeno para descansar,  porque estaciona a un lado de la ruta y el  camión es su segunda casa.

Después de una breve pausa, Joaquín le explicó:

—El camión podrá ser su segunda casa pero no su segundo hogar, porque cuando llega y me besa en la frente o  me abraza,  siento una felicidad inmensa, a tal punto que salto de alegría. Podrá tener turno para descargar en el puerto, pero yo lo espero siempre.

Lágrimas con sonrisa de emoción sellaron ese momento de nostalgia con un abrazo. El timbre del teléfono condujo a la rutina de nuevo.  Era el papá de Joaquín quien avisaba que llegó de Rosario y mañana iría a almorzar allí con el resto de la familia.

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