Cuando la tierra sacudió a la Aldea de Chocolate Mágico

Había una vez un grupo de duendes que vivían en la Aldea de Chocolate Mágico, cuyo nombre se debe a que las cabañas estaban construidas con ramas de chocolate y las calles eran de caramelo. A muy pocos kilómetros se encontraba una enorme cordillera, por lo que, de vez en cuando percibían temblores.
Un día de invierno, haciendo mucho frío pero con el viento calmo, sucedió algo que cambiaría sus vidas para siempre.
El cielo se oscureció de golpe, como si hubiera llegado la noche, las lámparas se movían de un lugar a otro, los muebles empezaban a hacerlo también, y las personas comenzaron a gritar:
-¡Un temblor fuerte!
-¿Qué hacemos?
Y así miles de preguntas en medio del caos producido por el miedo.
Fueron minutos que parecieron horas y casi todo el pueblo quedó en ruinas. Las ramas de chocolate caían de los techos y raspaban las paredes de las casas, rompiéndolas, luego se deshacían en las calles de caramelo.
Los duendes dejaron de trabajar y se juntaron en la plaza del pueblo, para elegir un líder y comenzaron a distribuirse las tareas en grupos, reunidos de acuerdo a lo que cada uno sabía hacer.
Mientras tanto sus esposas y los duendecitos caminaban por los espacios menos resbaladizos tratando de encontrar un lugar donde ir a pasar la noche.
Al otro día iniciaron las tareas de reacomodar lo que se podía y de rearmar lo arruinado por eso las duendes comenzaron a realizar comidas y postres para todos, los duendes trabajaban los árboles de chocolate y caramelo derritiéndolos para construir las calles y las ramas para los techos, otros armaban las ventanas con marcos de caramelo y las puertas para que las familias pudieran regresar.
Durante un año realizaron lo mismo hasta terminar con la última cabaña y ese día organizaron una gran fiesta de la solidaridad.

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